Inflamación del cuerpo: ¿qué soluciones para remediarla?
¿Alguna vez te has quejado de un dolor articular crónico? ¿Sueles sentir molestias intestinales o abdominales? ¿Tienes problemas de piel?
Estos diferentes síntomas reflejan a menudo una señal de una reacción autoinflamatoria. Existen muchos factores que pueden inducir y aumentar el riesgo de desarrollar este tipo de reacciones.
¿Cuáles son y cómo remediarlo? ¡Ese es precisamente el objetivo de este artículo!
¿Qué entendemos por inflamación?
¿Has notado alguna vez un enrojecimiento en tu piel cuando quizás te cortaste? ¿Un tono rosado a rojo acompañado generalmente de hinchazón y una sensación de calor a causa de una astilla? Eso es lo que llamamos una reacción inflamatoria.
Cuando estas sensaciones duran unas horas, ¡todo es normal! Es la señal de que tu cuerpo funciona perfectamente bien.
Esta reacción es un proceso natural y automático desencadenado por nuestro organismo para defenderse y autocurarse frente a una agresión (infecciones, enfermedades, heridas, cuerpos extraños).
Frente a este peligro, el cuerpo levanta un ejército de soldados para protegerse. Comienza a producir más glóbulos blancos, células inmunitarias y citoquinas para luchar contra las infecciones. Eso es lo que provoca los síntomas mencionados al principio. A este fenómeno lo llamamos: inflamación aguda.
“¿Inteligente, verdad?” ¡Sí, por supuesto! ¡Nuestro cuerpo es una máquina maravillosa!
Cuando este proceso dura varias semanas o incluso meses, todo se vuelve mucho menos divertido. Eso es lo que se denomina inflamación crónica. Exactamente lo mismo que ocurre con el estrés. Un estrés agudo es vital porque nos permite reaccionar y huir frente a un peligro; gracias a él, la especie humana ha sobrevivido hasta hoy. Pero el estrés duradero, que se vuelve crónico, ¡no es en absoluto tu amigo!
La inflamación crónica, al igual que el estrés crónico, es mejor evitarla y limitarla. Y ahora te diremos cómo hacerlo.
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¿Cómo reconocer una reacción inflamatoria?
Inflamación aguda
Una reacción de este tipo se manifiesta con enrojecimiento, hinchazón, un dolor bastante intenso y calor en la zona afectada por la inflamación. Típicamente, es lo que ocurre cuando te pica un mosquito. Está rojo, pica y puede hincharse (según tu sensibilidad).
Inflamación crónica
Esta reacción es insidiosa porque comienza de manera silenciosa. Es como esas sandalias que tanto te gusta ponerte cuando llega el buen tiempo. Parecen irte perfectas, pero tras unas horas de caminar, empieza una pequeña molestia soportable. Hasta que aparece una ampolla que te impedirá caminar.
La inflamación crónica es silenciosa al principio, no dice nada. Por eso seguimos en esa “mala” dirección sin darnos cuenta. Pero se instala cómodamente y, un día, también saldrá a la luz.
Dolores abdominales repetitivos, problemas de piel (como erupciones cutáneas), dolores menstruales en las mujeres, trastornos de la visión. También diabetes, enfermedades cardíacas, hepáticas, intestinales y ciertos tipos de cáncer.
Un organismo inflamado significa riesgo de desarrollar trastornos de salud. ¿No sería momento de reducir esa pequeña llama antes de que arda?
¿De dónde viene la inflamación crónica?
Reacciones en cadena, descontroladas, silenciosas al inicio y después dolorosas y persistentes... Esa es exactamente la definición de una inflamación crónica.
Una inflamación crónica puede durar varios meses o incluso años si no haces nada para evitar que se desarrolle. Imagina tu coche rodando a 130 km/h durante días sin parar. Al principio todo bien, pero luego el depósito se vacía y el motor se recalienta. Y tú sigues. ¿Qué pasa entonces? Tu coche no está funcionando en condiciones “normales” para las que fue diseñado. ¡Y la avería es segura! Lo mismo ocurre con tu propio cuerpo.
Una alimentación inadecuada, una sobrecarga de actividad, emociones intensas y duraderas como el estrés crónico o incluso carencias nutricionales son factores que llevan a tu organismo al límite. Con el tiempo, según la intensidad de esos factores y tu vitalidad, tu cuerpo puede colapsar. Dolores antes dormidos hoy se despiertan, al principio soportables, hasta que se vuelven demasiado intensos para vivir con ellos…
¡Pero seamos optimistas! Existen varias soluciones que puedes integrar en tu vida diaria para mejorar tu higiene de vida y reducir el riesgo de desarrollar una inflamación crónica.
Nuestros 3 consejos para limitar la inflamación en tu cuerpo
Consejo nº1: Limitar la alimentación proinflamatoria
Está compuesta por los llamados alimentos proinflamatorios, es decir, los que tienden a mantener la llama encendida o incluso avivarla.
Nos referimos a:
• Los lácteos de vaca: yogures, queso fresco, leche y quesos.
• Las carnes, sobre todo las carnes rojas, que alteran el equilibrio ácido-básico del cuerpo acidificándolo. Esta acidificación de los tejidos favorece la inflamación.
• Las grasas saturadas, transformadas e hidrogenadas que se encuentran en alimentos procesados y ultraprocesados como pizzas, hamburguesas, platos preparados, pasteles industriales, patatas fritas, etc. Incluso en productos “healthy” y “sin gluten”.
• Los azúcares industriales presentes también en ultraprocesados, además del azúcar blanco.
Consumidos de forma ocasional, no son un problema. Pero si son habituales o diarios, actúan como alcohol sobre el fuego.
Nuestra solución: para evitarlos, revisa siempre la lista de ingredientes, que sea lo más corta posible. Recuerda que los ingredientes aparecen en orden decreciente: si empieza con azúcar o aceite de palma, no es buena señal…
Consejo nº2: Apostar por una alimentación antiinflamatoria
Al contrario que los proinflamatorios, estos apagan la llama y limitan las reacciones inflamatorias. Aquí tienes una lista de alimentos antiinflamatorios para consumir regularmente:
- Consumir alimentos frescos, no procesados y lo más naturales posible.
- Consumir alimentos ricos en antioxidantes como: frutos rojos (moras, arándanos), manzanas, té verde, remolacha, brócoli, uva roja, bayas de goji, espinacas, col o apio. En resumen, ¡cuantos más frutas y verduras frescas mejor! Los zumos de verduras son bombas de vitaminas y nutrientes que, a diferencia de la carne, alcalinizan el organismo. Un vaso al día es el gesto antiinflamatorio por excelencia.
- Consumir alimentos ricos en omega-3 para contrarrestar el exceso de omega-6 inflamatorio, como nueces, semillas de lino, chía, y pescados pequeños grasos.
- Consumir aceites vegetales vírgenes de primera presión en frío y bio, ricos en omega-3: linaza, colza, nuez, camelina o cáñamo. Guardar en nevera y usar en crudo, pues el omega-3 no resiste al calor ni la luz.
- Elegir cereales integrales en lugar de refinados: harina integral, arroz integral, sarraceno, quinoa, centeno, mijo, espelta pequeña, etc.
- Consumir especias como la cúrcuma, indispensable contra la inflamación gracias a la curcumina. Combínala con pimienta o jengibre para una mejor asimilación. Más eficaz que un ibuprofeno. Prueba la “leche dorada”, una bebida caliente con cúrcuma, reconfortante y antiinflamatoria.
En resumen, para reducir el riesgo de inflamación crónica: menos alimentos proinflamatorios y más antiinflamatorios en tu dieta diaria.
Consejo nº3: Actuar sobre el estrés crónico
La inflamación crónica induce un estrés fisiológico en nuestro cuerpo. Pero también al revés. ¿Quién no se ha sentido desbordado, agotado o desanimado? Si es tu caso, este consejo es clave.
Aprender a relajarse:
- Hacer pausas en tu vida: limita la famosa lista de tareas a 3 o 4 por día, evita querer hacerlo todo, genera culpa.
- Practicar actividad física que disfrutes: yoga, pilates, caminar, nadar, jardinería. 20-30 minutos al día ya son muy beneficiosos.
- Conectarte con la naturaleza de forma consciente. Su poder curativo es enorme.
- Probar meditación guiada: 5-10 minutos al día con apps como Petit Bambou o Meditopia.
- Respirar de verdad: prueba la coherencia cardíaca con apps como RespireLax.
- Estiramientos suaves por la mañana o la noche en un ambiente tranquilo.
Plantas antiestrés:
En aromaterapia: aceites esenciales de naranja dulce, lavanda, petit grain bigarade, ideales en difusión antes de dormir.
En fitoterapia: valeriana, pasiflora, tila, loto, espino blanco, laurel, amapola, hipérico. Tomadas en infusión a lo largo del día.
Las plantas y aceites esenciales son potentes. Consulta a un terapeuta (naturópata o aromaterapeuta) para elegir las más adecuadas.
Conclusión
Ya estás listo para tomar las riendas y apagar la llama de la inflamación mientras enciendes la llama de tu corazón. Adopta la estrategia de los pequeños pasos: elige unas pocas acciones, intégralas bien, y después añade más. Progresividad y paciencia son las claves de la salud natural plena.
Alexandra Portail
Naturópata - Acompañante en salud natural
